Vaticano
El Papa condenó "la crisis de la ética"
"Ésta es
una crisis del hombre que destruye al hombre", dijo, ante unas 200.000
personas, en el mayor encuentro en San Pedro desde que asumió como Pontífice;
también estuvo con Merkel
Por Elisabetta
Piqué | LA NACION
ROMA.- "¡La falta de ética en
la vida pública le hace mucho mal a la humanidad entera! Si caen las
inversiones, los bancos, ésta es una tragedia; si las familias están mal, no
tienen qué comer, no pasa nada: ésta es nuestra crisis de hoy."
Francisco no sólo batió ayer su récord de convocatoria al
reunir en la Plaza San
Pedro a más de 200.000 fieles de 150 movimientos, nuevas comunidades y
asociaciones eclesiales que participaron en una vigilia de oración en vísperas
de Pentecostés. Al responder cuatro preguntas realizadas por representantes de
estos grupos, el Papa argentino volvió a sorprender al asegurar que la
verdadera crisis de hoy es pensar en los bancos, mientras que hay gente que no
tiene qué comer.
"Ésta es una crisis del hombre que destruye
al hombre. En la vida pública, política, si no hay ética todo, es posible, todo
se puede hacer", clamó. Al denunciar que la verdadera crisis de hoy no es
económica, sino la crisis de un hombre falto de ética debido a una "cultura
del descarte" que debe transformarse en "cultura del encuentro",
el Papa manifestó su indignación ante la indiferencia actual.
"Hoy no es noticia si muere un mendigo, no
es noticia que miles de niños no tienen para comer, sino es noticia el
escándalo", disparó. "Si caen las inversiones, los bancos, ésta es
una tragedia; si las familias están mal, no tienen qué comer, no pasa nada:
ésta es nuestra crisis de hoy", denunció, al explicar que "una
Iglesia pobre para los pobres va en contra de esta mentalidad".
Francisco habló así, con palabras fuertes,
después de una tarde de cánticos, oraciones, clima de fiesta y testimonios en la Plaza San Pedro.
Antes se había reunido con la canciller alemana,
Angela Merkel, quien les dijo a los periodistas que hablaron sobre la regulación
de los mercados financieros, luego de las críticas de Francisco el jueves
pasado.
El encuentro de la Plaza San Pedro culminó
con Francisco encantando al auditorio al responder cuatro preguntas. Éstas
giraron en torno a la fe y a cómo puede construirse esa "Iglesia de los
pobres y para los pobres" de la que habló al inicio de su pontificado.
Hablando con pasión, en forma directa y clara, Francisco reiteró que quiere una Iglesia que salga hacia las periferias existenciales del mundo y no encerrada en sí misma. "¡Cuando la Iglesia se encierra, se enferma! También nosotros tenemos que salir de nosotros mismos. Cuando uno sale de casa, corre el riesgo de tener un accidente. Bueno, prefiero una Iglesia que sale y se accidenta que una Iglesia enferma, encerrada en sí misma", aseguró, lo que provocó aplausos.
Historia de fe
Ante una pregunta, el ex arzobispo de Buenos
Aires contó su historia de cuando él mismo encontró la fe, "que no se
aprende en los libros".
Fue el 21 de septiembre de 1953, evocó, cuando antes
de ir a festejar el Día de la
Primavera con sus amigos, quiso confesarse con un cura
desconocido y sintió el llamado de Dios. "Dios me primereó, él me estaba
esperando", evocó.
Ante una pregunta de cómo uno puede mantener viva
la fe, algo tan frágil, Francisco dijo: "Personalmente, lo que me hace
fuerte es rezar todos los días el Rosario, rezarle a la Virgen".
Ante la pregunta de qué debe ser lo más
importante para los movimientos católicos, Francisco no tuvo dudas. "Lo
más importante es Jesús, él es el líder, hay que dejarse guiar por Jesús, no
hay que pensar tantas estrategias, porque la evangelización se hace con el
testimonio", aseguró el Santo Padre.
"Como dijeron Juan Pablo II y Benedicto XVI,
en este mundo hacen falta testimonios, coherencia de vida", insistió. Y
subrayó que para anunciar el Evangelio hacen falta dos virtudes: el coraje y la
paciencia.
Destacó, por otra parte y luego del conmovedor
testimonio de un médico paquistaní católico cuyo hermano fue asesinado por
extremistas, la importancia de promover la libertad religiosa en todo el mundo,
cualquiera que sea la confesión, "porque todos son hijos de Dios".
Al hablar de la importancia suprema de Jesús,
bromeando, pero en serio, el Papa dijo que tenía que retar a los asistentes a la Vigilia, porque cuando
llegó a la Plaza
y la recorrió durante varios minutos en papamóvil, lo aclamaron al grito de
"¡Francesco! ¡Francesco!".
"Quiero que griten «¡Jesús!». De ahora en
más, basta de Francesco, griten Jesús", pidió. El deseo, al final de su
discurso, fue cumplido. Junto a una catarata de aplausos, los 200.000 fieles de
todo el mundo -entre los que había neocatecumenale, focolarinos, del movimiento
de Comunión y Liberación, de la comunidad de San Egidio- empezaron a gritar
"¡Gesú! ¡Gesú!", como quería Francisco.
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