NECESITO del mar porque me enseña:
no sé si aprendo música o conciencia:
no sé si es ola sola o ser profundo
o sólo ronca voz o deslumbrante
suposición de peces y navios.
El hecho es que hasta cuando estoy dormido
de algún modo magnético circulo
en la universidad del oleaje.
No son sólo las conchas trituradas
como si algún planeta tembloroso
participara paulatina muerte,
no, del fragmento reconstruyo el día,
de una racha de sal la estalactita
y de una cucharada el dios inmenso.
Lo que antes me enseñó lo guardo! Es aire,
incesante viento, agua y arena.
Parece poco para el hombre joven
que aquí llegó a vivir con sus incendios,
y sin embargo el pulso que subía
y bajaba a su abismo,
el frío del azul que crepitaba,
el desmoronamiento de la estrella,
el tierno desplegarse de la ola
despilfarrando nieve con la espuma,
el poder quieto, allí, determinado
como un trono de piedra en lo profundo,
substituyó el recinto en que crecían
tristeza terca, amontonando olvido,
y cambió bruscamente mi existencia:
di mi adhesión al puro movimiento.
PABLO NERUDA.
PABLO NERUDA.
EL GUANTE.
sorsonete, oceánico.
En oscura y velada marejada de invierno
las olas se desplazan bañando nuestras almas
con solitaria estrella vidente y pensativa,
es pensamiento tierno
de plenilunio y más.
Siento la amanecida, la mente reflexiva
que recuerda aquel viaje que se llevo mi aurora,
¿Cómo no recordarla con mis tiernos suspiros?
Como ola transitiva
Belleza embriagadora.
El lúcido océano presume sus zafiros
que despierta temprano
columpiando a los huiros
Un día se fue mi amor, yo subsisto vibrante
¡Sí, ella està rediviva!
“Aun guardo ese guante”
Rafael Mérida Cruz-Lascano
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