domingo, 10 de agosto de 2014

RABINDRANATH TAGORE: Versos entresacados.





                                        



RABINDRANATH TAGORE [Enlace] 
(No dejen de disfrutar de este enlace con parte de su Obra.)








(Versos entresacados por mí del POEMA GITANJALI-1912)



77
Te reconozco como mi Dios, y me estoy aparte. No te reconozco como mío, y me acerco a ti. Te miro como padre, 
y me inclino ante tus pies. No tomo tu mano como la de un amigo.
Yo no estoy allí donde tú desciendes y te llamas mío; no voy a abrazarte contra mi corazón, a tratarte como compañero.
Eres mi Hermano entre mis hermanos; pero a ellos no les atiendo, ni divido con ellos mi ganancia, sino que comparto mi todo contigo.
Ni en el placer ni en el dolor estoy con los hombres, sino contigo sólo. Soy tímido para dar mi vida, y así no me echo en las grandes aguas de la vida.


78
Cuando la creación era nueva, y todas las estrellas brillaban en su esplendor primero, los dioses celebraron asamblea en el cielo, 
y cantaron: "¡Alegría pura, imagen de la perfección!".
Pero uno gritó de pronto: "Parece que la cadena de luz tiene en alguna parte una sombra, que se ha perdido una estrella".
Estalló la cuerda de oro de sus arpas, y, dejando la canción, clamaron todos desolados: "¡Sí; y la estrella perdida es la mejor, 
la gloria de los cielos!".
Desde entonces, la buscan sin parar, gritando que el mundo ha perdido con ella su única alegría.
Y en el profundo silencio de la noche, las estrellas se suspiran sonriendo; 
"¡Qué vana búsqueda! ¡La perfección inquebrantable está en todo!".


79
Si no es para mí encontrarte en esta vida, sienta yo siempre, al menos, que me ha faltado el verte. No me dejes olvidarlo un solo instante; no me quites de mis sueños las punzadas de esta pena, ni de mis horas despiertas.
Mientras pasan mis días en el mercado bullicioso de este mundo, mientras se van llenando mis manos con la ganancia cotidiana, sienta yo siempre que no he ganado nada. No me dejes olvidarlo un solo instante; no me quites de mis sueños las punzadas de esta pena, ni de mis horas despiertas.
Cuando me siento en el camino, rendido y anhelante, cuando me echo a dormir en el polvo, sienta yo siempre que aún tengo que hacer el largo viaje. No me dejes olvidarlo un solo instante; no me quites de mis sueños las punzadas de esta pena, ni de mis horas despiertas.
Cuando está mi casa adornada, y suenan las flautas y los risotones, sienta yo siempre que no te he invitado a ti. 
No me dejes olvidarlo un solo instante; no me quites de mis sueños las punzadas de esta pena, ni de mis horas despiertas.


80
Soy como un jirón de una nube de otoño, que vaga inútilmente por el cielo. ¡Sol mío, glorioso eternamente; 
aún tu rayo no me ha evaporado, aún no me has hecho uno con tu luz! Y paso mis meses y mis años alejado de ti.
Si éste es tu deseo y tu diversión, ten mi vanidad veleidosa, píntala de colores, dórala de oro, 
échala sobre el caprichoso viento, tiéndela en cambiadas maravillas.
Y cuando te guste dejar tu juego, con la noche, me derretiré, me desvaneceré en la oscuridad; o quizás, 
en una sonrisa de la mañana blanca, en una frescura de pureza transparente.


81
¡Cuántos días ociosos he sentido pena por el tiempo perdido! Pero ¿ha sido perdido alguna vez, Señor? 
¿No has tenido tú mi vida, cada instante, en tus manos?
Escondido en el corazón de las cosas, tú nutres las semillas y las tornas en brotes, y los capullos en flores, 
y las flores en frutos.
Estaba yo dormitando, rendido, en mi lecho ocioso, y pensaba que no hacía cosa alguna. Cuando desperté, 
en la mañana, vi mi jardín lleno de flores maravillosas.


82
El tiempo es infinito en tus manos, Dios mío. ¿Quién podrá contar tus minutos?
Pasan días y noches, se abren los años y luego se mustian, como flores. Tú sabes esperar.
Tus siglos vienes, uno tras otro, perfeccionando la florecilla del campo.
Pero nosotros no podemos perder nuestro tiempo, y tenemos que echarnos de cabeza a nuestras ocasiones. 
¡Somos demasiado pobres para llegar tarde!
Y así, el tiempo se va mientras yo se lo estoy dando a los otros que, irritados, lo reclaman. 
Y así tu altar está sin una sola ofrenda.
Por la tarde, me apresuro temeroso, no vaya a estar cerrado tu portal. Pero siempre llego a tiempo.


83
Madre, yo te haré una cadena de perlas para tu garganta, con las lágrimas de
mi dolor.
Las estrellas forjaron con luz las ajorcas de tus pies; pero mi cadena va a ser para tu pecho.
Riqueza y nombradía vienen de ti, y tú puedes darlas o no a tu gusto. Pero mi dolor es sólo mío, y cuando te lo ofrezco, 
tú me pagas con tu gracia.










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